Un café con un hombre amigo
Nártleb
Luces que dibujan el perfil de la noche y sus pequeños relatos que encierran vidas completas. En la noche y sus luces de estación las calmas y las furias corren locas por los pasillos que se adivinan entre los velos del alma. Mientras, al fondo se contonea la eterna ciudad entre los brillos que el hombre pinta sobre ella, coqueta queda serena bajo un cielo preñado de estrellas que se abre entre nubes dibujadas en un baño de los más blancos reflejos... Sentado a una sencilla mesa metálica de un modesto y digno bar, junto al andén en la espera de un tren cualquiera, un amigo se desliza por los, ahora, serenos recuerdos...
Con un café delante,
con todo por valorar,
con la vida colgada al
traje
y sin nada más, (¿o no?).
Con dibujos sobre la
espuma,
con mensajes en los posos,
qué de brumas,
qué de nubes en los ojos.
Un azucarillo con mensaje,
con vistas de torres al
fondo,
en granada mi mente que se
evade,
que no sabe como volver de
lo hondo.
Amigos desconocidos me
miran,
otros leen despacio;
de repente, a mi lado
suspiran,
¡la espera y la ilusión no
son zafios!.
Un recuerdo para un amigo,
padre valiente y sincero,
¡un recuerdo sólo!, me
digo,
pues, Paco, sino triste
quedo.
Con un café más en el
cuerpo,
con espera y con paciencia,
un tren al que espero
y que viene lentamente con
licencia.
Con un sorbo más del
tiempo,
con un poco más de vida,
con más aciertos y más
yerros,
así de cándidos vamos en
esta ida.
Una sonrisa se me esboza,
por delante hay camino,
a mis lados mi gente
conmigo,
de natural, ¡cuánto
rebosan!.
¡Qué de bueno que he
vivido!,
¡cuánto, tantos, me han
dado!,
que ni me acuerdo de lo
quitado,
ni de aquello, ¡sólo de mis
amigos!
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Cuando un poema nos lleva a tomar la palabra...