Ojos de infancia
Voy oyendo la radio y se me
parte el alma …
Tiene cuatro añitos y va
cogida de la mano de sus abuelos.
En la soledad del país del
hielo, la madre, el trabajo y las lágrimas.
Lágrimas
de una madre
en
los filos del hielo,
angustias
de unos abuelos
que
mecen una cuna en lo lejos.
Una
sonrisa inocente,
son
espumas blancas
de
olas batientes
en
perpetuas rocas.
Desde
ventanas pacientes
de
patriarcas longevos
en
los bordes dolientes
de
un acantilado incierto.
Allá
en el confín de las leguas
una
madre exiliada a la fuerza
por
la vida, la faena y el sustento;
que
mandar, manda la pobreza.
Acá
con los pies en el ‘patrio’ suelo,
cogida
de ambas manos,
por
sus abuelos ancianos,
una
niña da sus primeros pasos.
Dos
luceros se asoman
a un
índigo lienzo,
y en
infantes desvaríos
rompen
miles de cabriolas
en
espumas de arco iris;
y,
en quimeras de una niña,
sobre
las negras rocas
son
los trazos y los ecos
que
dibujan en el blanco
a
una madre y su risa.
Son
los pasos pequeñitos
que
quisieran subirse a las olas,
que
sueñan con hacer un senda sin huellas
hasta
el confín de la calma del mar,
allá
donde el sol se acuesta
donde
ella sabe que le espera su mamá.
Y
los ojos sabios
acompañan
las quimeras,
miran
al confín
en
los ojos de la nena…
y,
una pizca de sal rueda.
Rabia
y pena de los sueños de una era,
de
los futuros que se fueron,
de
la marcha de una hija,
de
la soledad de su niña y de ella.
En
los brazos de un abuelo,
en
la retina de una madre y abuela
van
los sueños y la lucha por la vida,
va
la niña tranquila y dormida.
Dos
madres y dos hijas
carambolas
de una vida,
de
una crónica y sus vueltas
que
la historia ya no es nueva
que
ya es vieja letanía.
En
los trazos biográficos
y en
las ya dejadas huellas
en
un realismo nada mágico
es
la inicua y fiel miseria;
en
los hilos de esta historia
una
madre con su pena,
una
niña y su memoria
los
abuelos y la nieta…
Un
país y su yerma tierra
por
las manos codiciosas,
son
hordas de vidas rotas
por
perros y lobos de ahora.
Por
todo esto,
por
lo de ayer y lo de hoy,
por
el tiempo deshecho
en
las manos de duendes perversos,
yo,
que puedo, ni vengo ni voy,
aquí
plantado quedo
en
la lucha de mañana desde hoy,
Y,
es que siempre tañen los mismos rezos,
mas
no habrían de ser tan tercos
ante
los ojos de la infancia y sus sueños.
Y,
por ello…
Letanías
de tiranos del poder
que
sin ser ni Fray ni tampoco Luis,
aunque
se vuele el día, a saber,
tu
pie no se mueva ni un pie de ahí.
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Cuando un poema nos lleva a tomar la palabra...