Sagaz Inocencia
Nártleb – 27/03/2014
En el 50 aniversario de la
Fundación Juan XXIII de Granada, un recuerdo a un niño -Rogelio- que desde su llana
atalaya y sin más ejército que su sencillez y su constancia hizo un camino
sobre lo que antes era un adarve contra la cultura y los niños.
Un adarve alto y recio
en los sitios de la vida, en
las miserias
del tiempo, en el barro de
los hombres
y en sus caminos sin nombres.
Murallas hechas entre
prójimos hombres,
para que siempre
sean los unos y los otros,
los del lado de piedra de
corazón helado,
los del lado del barro,
con los pies en la hierba.
Un chiquillo entre los
adarves
mira en silencios del aire
las murallas
que levantan los hombres,
algo hubo de romperse dentro,
pues desde una naciente tarde
ya quisiera con sus manos pequeñas
derrumbar tanto baluarte.
Son las palmas de las manos
serenas,
las del niño hecho hombre,
que abren surcos sobre la
pradera
lejos de castillos y sus
piedras.
Son los hombres del barro y
la hierba,
los que tras las piedras de
la inopia
hacen propios los surcos y hacen
propia la tierra.
Las penurias que esclavizan
vienen de avaras cerras,
usuras que en todos anidan
a la más y pequeña ‘mínima’,
si no hay un chiquillo en la
hierba.
Y, es que tras las ruinas de
eternos baluartes
siempre hubo niños del barro
y la hierba,
más, no caigamos en el olvido
de que siempre
habrá otros ojos de otros
niños que
con las piedras caídas sueñan
hacer nuevos adarves;
¡los enseñaron los hombres
breves!,
tras cada lado de los lienzos
de piedras.
-Hay almas etéreas
más fuertes que la más recia
piedra-
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