Tarde de terraza
© Francisco
Beltrán - 23 de junio de 2018 - Modificado el 25 de noviembre de 2018
A la tarde de terraza me traje
A la tarde de terraza me traje
un
territorio poético.
No te engañes, era un momento cotidiano
un presente de lo más normal.
No te engañes ni te asustes, el presente
anda esquivo no solo al doblar las esquinas;
es
frecuente la amnesia sobre el sorbo mordazNo te engañes, era un momento cotidiano
un presente de lo más normal.
No te engañes ni te asustes, el presente
anda esquivo no solo al doblar las esquinas;
del
café que inunda las papilas de ese presente,
donde
habita una fatua sonrisa de sarcasmo de desierto.
No
te engañes; a la tarde de terraza
me
traje ese puñado de versos consecuentes
que
liberan ese aliento de taberna,
de
barra vieja de madera;
no
te asustes, es así, una cosa de lo más físico:
la
Inercia, con su hiriente desidia, nos invade
en
rebaños cinéticos de nostalgias, olvidos y sus ovejas negras.
No
te engañes,
el
espejo de la calle nos doblega, ¿o no?,
al
igual que los intersticios del lenguaje en sus trampas.
No
te asustes,
¡malditos
cotillas sin remedio!,
los
ojos, andan en acopio de presentes:
La
tarde de terraza,
el
vaho seco de la gente que transita transeúnte
en
su presente, las nieblas cochambrosas de los tubos de escape,
el
color del aire
en
aromas de café cercano que se aleja, el verde y los ocres
en
los árboles ajenos a este bosque;
la
tarde otra fuerza que te sana
el
extravío de la inercia, otra fuerza
que
te anima a la dinámica del espacio y el tiempo…
Un ojo turbio deambula en una mujer dolorida,
no me engaño, se derruba en un sollozo.
Me contraigo atenazado, me levanto y corremos;
uno, uno, dos..., sirenas,
respira, aún solloza,
una sombra corre invadiendo la oscuridad de la acera
secuestrando la luz de los portales,
sirenas, grilletes.
Mirabas despacio con ojos de mujer,
dolor, herida abierta que sangra tras los muros de la calle,
Un ojo turbio deambula en una mujer dolorida,
no me engaño, se derruba en un sollozo.
Me contraigo atenazado, me levanto y corremos;
uno, uno, dos..., sirenas,
respira, aún solloza,
una sombra corre invadiendo la oscuridad de la acera
secuestrando la luz de los portales,
sirenas, grilletes.
Mirabas despacio con ojos de mujer,
dolor, herida abierta que sangra tras los muros de la calle,
no me engaño, ni me asusto,
las cicatrices, una tragedia cíclica
donde quiero romper la voz desde la tormeta de mi pecho.
A la tarde de terraza
las cicatrices, una tragedia cíclica
donde quiero romper la voz desde la tormeta de mi pecho.
A la tarde de terraza
me
traje un territorio poético,
me
traje a mí mismo, a mis cosas,
a la rabia, a mi fuerza,
a la rabia, a mi fuerza,
al
ejército del silencio preparando su ofensiva.
¿Te unes para que ningún 'Te quiero'
humille, ni abra carnes, ni parta huesos?
¿Te unes para que ningún 'Te quiero'
humille, ni abra carnes, ni parta huesos?
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