Raya el alba

Francisco Beltrán Sánchez - 13 de septiembre de 2014 

Ante la muerte de un ser humano la vida se abre paso ante nuestros sentidos, mejor dicho la vida simplemente sigue y nos lo hace notar en las vueltas de lo cotidiano. El olvido de los seres que se fueron de esta vida es imposible, pues no se pueden borrar los sentimientos que se forjaron al compartir parte de nuestras vidas. El descanso es en la paz de la sincronía de los crepúsculos de cada uno de nuestros días...


Raya el alba
en la línea lejana,
en los filos que doblaran la noche,
en la arista que asoma la mañana.
Por el borde de los árboles que alzan
su efigie por encima de la tapia,
por entre sus ramas
raya el alba.

Raya el alba,
por entre las rendijas
que dejaran mis tímidas pestañas,
en mi cansada y atrevida retina.
Por encima de la colina alta
hasta esta sempiterna otomana,
ríos de luces blancas;
raya el alba.

Raya el alba,
entre auras de mañana,
en el remanso que vive sin pausa
donde la vida sólo queda en calma.
Más allá de la tenaz sombra eterna
halos fluyendo en hilos de luz blanca,
entre humos y palabras
raya el alba.

Raya el alba
donde yace la muerte
donde viven hermosas rosas blancas
y el verde más verde quiere ser verde.
La recua de Helios en la sacra estancia
da calor, da luz y alumbra esperanza;
en la crónica arcaica
raya el alba.

Raya el alba
y emerge la esperanza
donde la voz del hombre, otrora alta,
ahora queda en su eterna morada.
Los coros que de nosotros hablaran
ahora se escuchan en elegancias
o simplemente callan,
raya el alba.

Raya el alba,
en la magia que amarga,
en las losas de la silente cárcava
en la pirueta invisible del alma.
Entre los fuertes tallos y sus ramas,
en fútiles hojas y espinas bravas,
en los pétalos blancos
raya el alba.

Raya el alba
sobre todo lo que vino de la sombra larga.
Sobre todo lo que perdura en las vivas auras
raya el alba.

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