LÁPIDAS DE ASFALTO

Este poema los escribí allá por 2015, cuando aprobaron la ejecución de la 2ª circunvalación de Granada por el mísmisimo corazón de la Vega del Genil, esa Vega que nos ha dado de comer por siglos, que fue la inspiración de culturas, sí esa que anda siendo asesinada sin escrúpulos por la generación más irracional que ha conocido la especie humana -no es casualidad la categoría de los políticos que aprueban cosas como éstas-.

Cuando andamos a lomos de los 'caballos apocalípticos' llamados CLIMA y SEGURIDAD ALIMENTARIA la inconsciencia, del ser que se siente más inteligente de la creación, llega a rebasar cualquier barrera de la lógica en clave de supervivencia de la especie. Podríamos decir, parafraseando algunos títulos de películas rodadas en desiertos que la muerte de la 'ninfa Vega' tenía un precio, que por un puñado de euros el futuro de los 'orfeos'  quedó sellado con lacra de alquitrán negro y grises de hormigón armado...

Os dejo esta historia de hoy, de un presente sin juicio, de un juicio ausente, sobre el recuerdo de aquella historia de amor de Eurídice y Orfeo... ¿Qué dificil es volver a la vida desde el reino de los muertos? ... Mi Vega anda cogida por Hades embarcando en la laguna Estigia ante las fauces espumosas de Cerbero... Yo decidí ser Orfeo y aquí me hallo en la épica, aún sabiendo que la batalla anda casi perdida...

LÁPIDAS DE ASFALTO 
©Francisco Beltrán Sánchez -11 de enero de 2016 

Rugen en la bruma mezquina
los humos negros,
desalmados rugidos mecánicos
rompen el agua, el aire y la tierra.

Lápidas de asfalto
vienen en nidos de fuego.

Eurídice de los limos,
en el remanso de las acequias,
dulce ninfa de los álamos y los frutos de la tierra,
Eurídice, los hombres del Genil
te llaman Vega.

Lápidas de asfalto,
negra simiente en la negra sierpe.

Lloran las ninfas de la Vega,
llora Orfeo
en la mordedura infecta de la serpiente negra.

Grito sordo en la dentellada
de la bruna sierpe, Orfeo calla
sus versos, y una lágrima incendia su rabia.

Hormigones en armaduras de acero
hincan sus picas en los campos
para quedarse eternos.
El fuego de un ocaso
incendia los campos
en una elegía que abre una guerra.

Lápidas de asfalto
que sangraron veneros y fuentes.
Tumba de la ninfa,
sepulcro del siempre en un nunca,
lápida de asfalto,
fría sepultura
en el corazón de la tierra.

Orfeo irá al mundo de los muertos.

Travesía delirante
en sepulcros de la siembra,
entre tumbas de los riegos y la escarda.
Mausoleos que se elevan en fachadas
de las calles silenciosas
que recuerdan en olvidos las cosechas.
Sudor frío
en el pudridero del tiempo,
donde solo quedan los huesos
del pan del día,
del trajín
de la azada, la hoz y las manos diligentes.

Lápidas de asfalto
donde ya nunca será siempre.

Mirada después del tiempo,
en el dolor de la ausencia de la ninfa,
en los dientes prietos
ante ‘Carontes’ infames
de infame precio.

Al final, siempre es un principio,
muerte de la ninfa ‘Vega’,
muerte de Orfeo.
Solo huesos de la tierra
bajo las lápidas de asfalto
en el panteón
que el espurio hombre,
y sus máquinas rugientes,
hicieron de la ninfa más bella.

Lápidas de asfalto
donde rugen metálicos bramidos.

En el tiempo del futuro sin tiempo
harán cantares en el fondo de lágrimas secas,
coplas entonadas en gargantas de arena,
en el tarareo urbanita
de la inconsciencia sin brumas
de un mundo sin ‘ninfa’ y sin ‘orfeos’.

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