Viento / Lápidas de asfalto


Sobre el poema viento: Un alegato a vivir el momento a pesar de lo duro que es la imagen que nos muestra el espejo, a pesar de saber de las muertes que acontecen en los pasos cotidianos, a pesar de la falta de color en las retinas cansadas de los días, a pesar de todo ello, la esperanza no es nunca es desvarío cuando espera solo un paso en crepúsculos compartidos


Viento

En calles y veredas.
Hoy
hay lenguas que doblan las esquinas, con furia
son vientos desatados en la hélice del tiempo.
Alfanjes
blandiendo palabras de calle y gente, herida
de penumbras en las alas cortadas, historia
sin guiones va y repite un poema, otros versos.

Palacios y heredades.
Baten
vientos en aleros rancios, borrascas
de ráfagas que subieran las bruñidas fachadas, álgidas
tapias en vertical  vértigo, barro y piedra
hasta pechos de paloma o picos de gorrión, voladizos
bajo ménsulas talladas en argucias, tirantes
maderas en riostras de aguilones y alfardas, bastidores
que se anclan por el tiempo, olvidados de la calle, en cumbreras.
Déspotas
cornisas de ese arcano que anda usando la falsaria como lengua.

Hogar y refugio.
Los postigos
de las casas de corriente, versos
sacudidos por las mangas de sirocos convenidos, párpados
asilados en los miembros de esa calle y sus farolas, en hilera
son esclavos que comparten con el frío las aceras, quimeras
en el ciclo de grilletes y carlanca que nacieron en los sueños.
Bostezos
que son vientos de rutinas que despiertan, asolados
tras ventanas, en el ras del sentimiento, los sentidos
abatanan la razón en pesares que anidan en el pecho.
En los ojos
entreabiertos, los brazos son refugio, la cabeza
se levanta a pesar de los débiles aleros, la calle
en sirocos o terrales se hace huella en peajes de calzada y aceras.

De repente, siempre los pasos
sin moverse del sitio recorren infinitos, orbes
rehechos en trocitos de trizadas fantasías, fornidas
manos del viento en párpados castigados.
Bajo pelambres
encrespadas en ovillos de sangre en negro y blanco, decencias
sin cabriolas ni alharacas en los fugaces turbiones.

De repente, nunca y siempre
son los goznes que chirrían en vaivenes, la quimera
donde el viento cierra de golpe la puerta, los sueños
sobre brumas en los vahos que resisten, azotes
en el tiempo irremisible de ovillos trasegados, desafíos
aun en vida o sin ella.
Es la muerte
ese espacio furioso que se curva delirante, olvido
en retuertos de la especie sin nostalgia de memorias, delirante
sufragio en el viento inconsciente que arrasa a su paso.
Un desvarío,
de repente,
nunca y siempre será pronto, también tarde,
nunca y siempre
para el hombre ante el espejo.
-Versión revisada de ‘Viento, y en él voces de los sueños’ del libro ‘los bordes del espejo’- escrito el 6 de junio de 2014-
©Nártleb, versión 11 de enero de 2017


Lápidas de asfalto

Rugen en la bruma mezquina
los humos negros,
desalmados rugidos mecánicos
rompen el agua, el aire y la tierra.

Lápidas de asfalto
vienen en nidos de fuego.

Eurídice de los limos,
en el remanso de las acequias,
dulce ninfa de los álamos y los frutos de la tierra,
Eurídice, los hombres del Genil
te llaman Vega.

Lápidas de asfalto,
negra simiente en la negra sierpe.

Lloran las ninfas de la Vega,
llora Orfeo
en la mordedura infecta de la serpiente negra.

Grito sordo en la dentellada
de la bruna sierpe, Orfeo calla
sus versos, y una lágrima incendia su rabia.

Hormigones en armaduras de acero
hincan sus picas en los campos
para quedarse eternos.
El fuego de un ocaso
incendia los campos
en una elegía que abre una guerra.

Lápidas de asfalto
que sangraron veneros y fuentes.
Tumba de la ninfa,
sepulcro del siempre en un nunca,
lápida de asfalto,
fría sepultura
en el corazón de la tierra.

Orfeo irá al mundo de los muertos.

Travesía delirante
en sepulcros de la siembra,
entre tumbas de los riegos y la escarda.
Mausoleos que se elevan en fachadas
de las calles silenciosas
que recuerdan en olvidos las cosechas.
Sudor frío
en el pudridero del tiempo,
donde solo quedan los huesos
del pan del día,
del trajín
de la azada, la hoz y las manos diligentes.

Lápidas de asfalto
donde ya nunca será siempre.

Mirada después del tiempo,
en el dolor de la ausencia de la ninfa,
en los dientes prietos
ante ‘Carontes’ infames
de infame precio.

Al final, siempre es un principio,
muerte de la ninfa ‘Vega’,
muerte de Orfeo.
Solo huesos de la tierra
bajo las lápidas de asfalto
en el panteón
que el espurio hombre
y sus máquinas rugientes
hicieron de la ninfa más bella.

Lápidas de asfalto
donde rugen metálicos brillos.

En el tiempo del futuro sin tiempo
harán cantares en el fondo de lágrimas secas,
coplas entonadas en gargantas de arena,
en el tarareo urbanita
de la inconsciencia sin brumas
de un mundo sin ‘ninfa’ y sin ‘orfeos’. 

-Versión del libro inédito ‘Otros hilvanes del agua’- escrito el 11 de enero de 2016-
©Nártleb

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